sábado, 6 de diciembre de 2008

De pequeños vamos a grandes

Ayer por la tarde fui a recoger mi expediente escolar del sitio donde hice la primaria. Y aunque ya no estoy de acuerdo con la forma en que «me enseñaron», sí puedo decir que recuerdo esa etapa de mi vida con mucho cariño y nostalgia, pues llegan a mi mente muchos grandes momentos.

Sobresale el hecho que la mayoría de informes anecdóticos está escrita a máquina (gracias, me estoy haciendo viejo) y las hojas bastante oxidadas, al punto que todas están de color beige y la primera que se introdujo, café.

El caso es que traigo esto a colación pues descubrí en las notas de mis maestros apreciaciones por demás interesantes, que no solo marcaron mi adolescencia sino además el resto de mis días. Todo ello me resulta gracioso, pues jamás hubiera pensado que aspectos del carácter propios de la infancia se traslaparan de manera tan amplia a la adultez (que no al adulterio).

Por ejemplo, ya desde segundo grado la niña Paóla (así lo escribe ella), advertía que «(...) sí es importante insistir con él aspectos de sociabilidad, pues sí presenta dificultad al realizar trabajos en subgrupos; ya sea porque los quiere realizar preferiblemente sólo (sic) o porque se adelanta», sobre todo porque «no le gusta ser molestado mientras trabaja, pues es un niño que se concentra mucho en lo que hace».

Un ciclo lectivo después, se me señalaba como «hablantín y gritón», cualidades que tengo hasta nuestros días. Además, detestaba a la maestra. Recuerdo que odiaba ir a clases con ella, que era un martirio verla, en especial porque me vivía recriminando todo lo que hacía. Todavía hoy la veo y siento la mala vibra. Ella decía que Andrés «presenta algunas características que, no es que sean negativas, pero podrían afectar en un futuro su desarrollo, por ejemplo no gusta de las actividades que generalmente agradan a los niños varones de su edad (deporte y juegos) y es extremadamente asqueroso». Lo cual era cierto pero, irónicamente, creo que en la actualidad soy de las personas que más hace ejercicio, pues voy al gimnasio tanto como me sea posible en rutinas no menores a hora y media. Aunque detesto admitirlo, ella tenía razón: mi aversión hacia la actividad física hizo de mi adolescencia un infierno y aún hoy mi época del colegio la considero como la peor etapa de mi vida.

Pero no todo era malo, pues siempre destaqué en las calificaciones. Las expresiones «el rendimiento académico de Andrés es excelente. Es un niño muy esforzado, responsable, atento e inteligente», «cuida mucho su presentación personal y lo que a él concierne», «sus trabajos extra clase manifiestan preocupación, esfuerzo y perseverancia por alcanzar lo mejor en todo lo que se refiere a la labor escolar», entre otras; fueron la constante.

Unos puntos de vista vertidos por mi profesor de sexto grado me dejaron helado:
«En relación a su comportamiento en clase, debo manifestar que cuestiono su inusual interés por la música y el baile.
Fundamento mi cuestionamiento en que considero que ello puede afectar su vida como niño, al no permitirle continuar con sus aficiones positivas como son la lectura, hobbies positivos y otros. (¿qué coños!, ¿desde cuándo bailar se había convertido en pecado capital?... muchas gracias, don Didier, quizás por eso nunca me convertí en el virtuoso de la danza que a lo mejor pude ser [lo más gracioso de todo es que al día de hoy no sé pero ni los pasos básicos de salsa]).
(...) Me permito recomendar a sus padres una mayor vigilancia en relación a sus intereses y una mayor apertura al diálogo a fin de conocer las verdaderas razones de su comportamiento».

En fin, ¿qué se podía esperar de una escuela católica fundamentalista? O sea, reconozco que muchas de las cosas que ahí se dicen son ciertas hasta el 6 de noviembre del 2008, pero esto no significa que yo sea una mala persona o un alma condenada al infierno. Tendré muchos defectos, pero igual o más cualidades para compensar mis fallas.

Para terminar, voy a emplear una frase con la que acabó mi maestra de quinto grado uno de los reportes, la cual, luego de leerla varias veces, no sé si fue un presagio, una solicitud a Dios para que «enderezara» mi camino o una felicitación. Espero que ustedes me ayuden a aclararlo.

«Les reitero que tienen un niño especial y ruego a Dios nos guíe y ayude en esta misión tan amplia».

7 comentarios:

Makinis dijo...

jajajja!!
he disfrutado muchísimo de esta crónica...
creo que hasta el dia de hoy a uno le causan una terrible curiosidad esos expedientes escolares... pero aquí yo creo q son secretos... se los queda la escuela!
los comentarios de los profesores son tan retrógrados que no tienen desperdicio. Gracias por este posteo.

U.A.S dijo...

Me hace gracia lo de que la falta de ejercicio físico te hizo un infierno el cole. Creo que ese fue el único punto negro de mi etapa en el cole, y tal vez la gente no entiende cuánto lo afecta a uno...

Es como un miedo raro a no sé qué, a ser el peor, a hacer el ridículo...

Qué rajado lo del profesor de sexto: "No le gusta lo que a todos los varones... Recuerde que según la Biblia, ser diferente es malo y se paga con el infierno"...

Qué raro el comentario final... ¿Qué habrá querido decir con "especial"?

Evicted Aussie dijo...

Magui, yo en realidad nunca me cuestioné nada con respecto a esos expedientes, la verdad es que ni sabía que aún existían. Pero ya ve que una vez analizados son más valiosos de lo que uno cree. Yo que usted me averiguaba a ver si podría tener acceso a los suyos, por lo menos para pegarles una ojeada.

UAS, repito: yo odiaba el cole, tanto así que casi no recuerdo nada de esos 5 años de mi vida. Un dato curioso es que a veces iba a jugar futbol con mis primos o compañeros y me decían que para la poca práctica que yo tenía era bastante bueno. Así que, ahí lo tiene, no solo pude haber sido un excelente bailarín, sino también un futbolista. Pero ni el destino ni yo así lo quisimos...

Evicted Aussie dijo...

Sí, mae, UAS, ese comentario está demasiado raro.. a ratos parece con doble sentido, a veces como en buen raid... fijo le pregunto ahora a mi maestra que quiso decir (porque hasta vive cerca de mi casa) y ¡me va a decir que olvidó a qué se refería!

Anónimo dijo...

¡Vaya direfencia!, yo he pasado por escuelas públicas en las que ese tipo de calificaciones no se dan...
No estaría mal que desde pequeños nos enseñasen a sacar nuestros talentos. Si comienzan a juzgarte desde la infancia a capa y a espada, eso si que es un problema para el desarrolló. Habló Robin, un liberticida de la educación.

Avy Faingezicht dijo...

Yo que estoy terminando el cole quisiera echarle un ojo a los reportes del preescolar y la primaria. Sería interesante, fijo sería algo parecido, solo que con fundamentalismo judío.

Evicted Aussie dijo...

Robin: Yo pensaría que por el hecho de ser escuelas públicas más razón habría para que le den los informes estos... averígüese y ahí me cuenta, ¿está bien? ¡ja, ja, ja!
Sí, creo que los maestros en vez de criticarme me pudieron haber dado un espaldarazo para desarrollarme en esas áreas en las que tenía talento... pero bueno, «lo que pasó, pasó», dijo Daddy Yankee.
Hey, ¡y gracias por pasarse por acá!

Avy: Espero que usted haya tenido más suerte que yo, ¡je, je!... Honestamente no sé nada de judaísmo y mucho menos de la rama fundamentalista ;)
Al igual que a Robin, ¡le agradezco por tomarse el tiempo de leerme!