domingo, 13 de septiembre de 2009

¡Hasta la vista!

Intentaba conciliar el sueño para una siesta esta tarde pero me fue imposible. Hay cosas que pasan en esta vida y lo único que puede uno hacer es enfrentar la realidad aunque parezca muy cruda.

Redacto esta entrada para dar final a un período de mi existencia. Y no solo a un lapso sino también a vos.

Me mostraste que la magia no es exclusiva de los cuentos de hadas ni de las ilusiones de David Copperfield. Me enseñaste que el amor anda por ahí, perdido, y que uno ha de encontrarlo. Me diste a entender que hay sonrisas que iluminan más que el sol. Y aún con todo esto, no supe manejar lo que tenía enfrente porque era tanto lo lindo que se sentía que ni siquiera imaginé que podía ser algo no correspondido.

Ya me había olvidado de vos, lo reconozco. Pasaron casi dos años desde que todo esto había dado inicio y pensé que eras cosa del pasado. Pero la noche de aquel viernes en que puse el pie en la esquina, aún sin haberte visto, la magia resurgió y otra vez caí en tus redes. Poco importaba que anduvieras con otro mae, tus constantes miradas hacia donde yo estaba me dieron la falsa esperanza de que aún podía renacer algo entre nosotros. Poco importaban tus excusas baratas de que no me habías visto porque yo sabía que, como yo, desde el primer momento concluiste que ahí me encontraba.

De nuevo, toda la peda de la vez anterior. Pero esta vez supe controlarme porque, como me dijo Bimbo, yo ya había madurado y había dejado de ser el mocoso impaciente y cansón que vos conociste. En cambio, tu actitud fue la misma: frío y caliente, caliente y frío. Aún así pasé estas semanas pensando que algo sería diferente y que quizás ahora sí iba a funcionar. Tu indiferencia me demostró lo opuesto.

Por eso ya no me importa creer que vos sos el amor de mi vida. He llegado a la firme determinación de sacarte de mi alma. Solo con tal decisión ya siento un gran vacío en el pecho y, al mismo tiempo, la paz que hace algunas semanas me quitaste. Estás en el destierro, tu recuerdo para mí está muerto y comprendo que es lo mejor para los dos, especialmente para mí.

Desconozco qué vaya a ser de mí de ahora en adelante. Quizás estaré solo por n cantidad de años más o tal vez encuentre a alguien más. Sé que a lo mejor nunca vaya a haber otra persona hacia quien yo sienta lo mismo. En todo caso, dejo de martirizarme por lo que pasó y lo que pudo haber sucedido. Merezco lo mejor y eso es algo que vos no podés darme.

A pesar de que creo que nunca leerás este mensaje, tampoco me interesa porque en realidad el que debe enterarse soy yo. No importa si no hay acuse de recibo, respuesta o ninguneo; el tema es que, como dijo Julieta Venegas: “me despido de tí y me voy...”.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Sobre las entradas laaaargas

Me cansé de leer versiones modernas de la Biblia publicadas en las ciberbitácoras ajenas.

Así que escribí esta entrada corta para desquitarme.