martes, 13 de enero de 2009

Mi don

Existen muchos aspectos de la vida que uno puede considerar como definidores de su carácter. En mi caso personal, creo tener un buen sentido del humor. A veces inocente, otras veces ácido y, la mayor parte del tiempo, sarcástico.

Resulta un excelente escape ante los problemas de la vida. En una ocasión, cierta profesora de la universidad nos comentaba que tal característica resultaba ser un don, específicamente «hacer la gracia» de Dios. A partir de aquel día, vi ese comentario como una luz verde para realizar mis comentarios, pues pensé que algo semejante sería agradable.

No obstante, en los últimos tiempos -sobre todo hoy- he descubierto que esto no puede ser algo bueno. Quizás por exceso de «gracia» es que me gano el repudio de la gente. Por un lado, no debería preocuparme por la opinión ajena; pero por otro, si alguien nota que sus palabras hieren, el problema se vuelve propio.

Sinceramente, no lo hago con intención. Mi único deseo es expresar lo que siento y lo que creo que es la verdad. Nada de levantar roncha, en especial porque intento al máximo tratar a los demás como me gusta ser tratado. Pero ello no es suficiente y mi gran boca continúa haciendo estragos en las relaciones que entablo con terceros.

Así es que, si alguna vez he ofendido a alguien con cierto comentario desatinado o pasado de tono, le pido mis más sentidas disculpas. No intentaré decir que no lo voy a cometer de nuevo, pero tenga certeza que trabajaré para lograrlo.

Mientras tanto, yo contendré mis impulsos para aplicar este «don» que, en este momento, más pinta a «maldición».

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