miércoles, 8 de abril de 2009

Perdido y hallado en el templo

A propósito de la Semana Santa, creí conveniente tomar de las Escrituras el nombre de esta entrada.

Entrando en materia, resultó que no me quedé nada contento con la espina de saber quién coños se había robado mi iPod. Por tanto, solicité al dueño del gimnasio preguntarles a los mocosos del karate (o taek-wondo o cualquier otra arte marcial) si conocían algo al respecto.

Dio la casualidad que una de las señoras que hace su rutina ahí era maestra de la escuela a la que asiste la mayoría de carajillos. Le comenté del asunto y tuvo buena gana de ayudarme. Me dijo que le iba a cuestionar a sus alumnos, por separado, cuál de sus compañeros había llegado con un nuevo reproductor de mp3.

Asimismo, pensé en recurrir a la intervención del profesor. Después de todo, creí que una hablada de esas hediondas del “maestro zen” sobre el honor y la probidad que deben tener los practicantes de esa disciplina podría ser de utilidad. No obstante, no me fue posible hablar con la celeridad que hubiese querido, dado que solo puedo asistir al gimnasio por las tardes los días viernes. A la postre, la siguiente jornada en que había coincidencia no hubo clases; así que otro atraso.

Cuando finalmente se pudo concretar el encuentro. Pasó lo inesperado. Me dispuse a discutir sobre el tema con el profesor; pero este, incrédulo, desdeñó mis razones e hizo caso omiso a mis súplicas. Por el contrario, los niños se me vinieron encima y empezaron, uno a uno, a contarme lo que sabían. Jamás me imaginé que tal muestra de honestidad y honradez fuera a darse, en particular por los antecedentes y prejuicios que tenía sobre ellos.

Sin embargo, araba sobre tierra infértil. Si bien hubo mucho apoyo de parte de los infantes, nadie me supo dar con precisión mayores detalles sobre el pilluelo. Resignado, empecé a cavilar sobre las maneras de adquirir un nuevo aparato…

Llegó el lunes y recibí un mensaje de texto de mi primo. Querían que llamara al dueño del local ipso facto. Después de casi 2 años de asistencia y jamás un aplazamiento hacia mi persona, yo no entendía qué estaba sucediendo. Ni por la mente me pasó que fuera noticias sobre mi iPod. ¡Pero sí eran!

Según me contó mi prima -que estaba en el lugar cuando todo el follón ocurrió-, un señor llegó a comunicarle al dueño del sitio que el hijo no iba a volver a clases, pues estaba castigado. “Casualmente”, el iPod apareció ese mismo día en un basurero cerca del sitio donde originalmente lo habían tomado.

En fin, si bien es cierto me hubiera fascinado encantado encontrar al culpable y hacerle pagar por su pésimo comportamiento (y de paso avergonzar a los padres celestinos que consintieron tales actos); me satisfago con el hecho de que al menos encontré mi reproductor de música, el cual, después de una buena pasada por Lysol está igual a como el día en que se “extravió” (hasta con las canciones y videos… ¡pueden creerlo?).

3 comentarios:

Io dijo...

Que SUERTE!! a mi en el gimnasio me robaron un celular hace más de un año, y son epocas que todavia espero de el... =( pero di por al menos lo recuperaste =D

Evicted Aussie dijo...

Sí, mae, ¡pura vida!

U.A.S dijo...

Juepucha, qué suertudo, porque a mí me han robado de todo y ni apelando al honor ni al recuerdo de sus abuelitas logré nada ¬¬

Y creo... creo que fue un viejillo que me robó mis guantes... Ahora mis manos están destrozadas!!! AHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!