domingo, 7 de septiembre de 2008

Perdón

¡Qué cosa más maravillosa es el amor!

Tan extraordinaria que tiene tantos matices como personas conocemos. Puede ser el amor de madre, el de hermano, el cariño del amigo... lo único que puedo decir al respecto es que todo lo sana y sentirlo es de lo más estupendo de hay. Por eso digo que el ese es el sentimiento que más nos acerca a Dios y por ende nos hace perfectos por un momento.

Estoy feliz. Reservadamente feliz.

A raíz del mensaje descrito en mi última entrada, me sentí muy bien del recibimiento que tuvo por parte de mi amigo. Sobre todo, me fascina haberle llevado un poco de alegría en medio de su sufrimiento. Detallaría más a fondo pero me pondría sentimental y no quiero sentirme con ese ánimo.Lo cierto es que como consecuencia, nuestra amistad es ahora mejor y más sincera. Ello me ha hecho pensar sobre muchas personas a quienes les debo una disculpa, un agradecimiento o ambas.

En un primer término, llamé a mi compañera de U. Sufrió una caída de un caballo y aparentemente se hizo una fisura en la cadera (o algo así por el estilo). Traté de llamarla varias veces pero siempre me informaban que estaba descansando, por lo que se me imposibilitó dirigirme a ella directamente. Sin embargo, hoy topé con la suerte de volver a escuchar su voz y saber sobre su salud de primera mano. Me sentí reconfortado de por su mejoría y de percibir su buen estado de ánimo.

Recién acabo de colgar con una persona a quien le debía una disculpa. Tuvimos un conato de relación amorosa (lo más cerca que he tenido hasta ahora) pero me comporté como un perfecto acosador imbécil y obviamente «se me fue sin avisar», dijo la canción de Miriam Hernández (¡ja, ja, ja, ja!). Bueno, el caso es que siempre tuve claro que no había resentimientos de su parte, sin embargo yo por alguna razón loca estaba enojado por todo el tema. Venía pensando desde hace días que en realidad el problema lo tenía yo, por lo que hoy me decidí y quise pedirle disculpas por mi mal comportamiento.

Es muy buena persona. O sea, nunca me rechazó de forma weisa ni nada por el estilo; ni aún en mis peores arrebatos de enfermo mental (¡es que había que verme!). Sobre todo, debo agradecerle que dado todo este follón aprendí a ser una mejor persona y, en especial, una pareja más tolerante.

Pero la cereza del pastel fue la manera tan abierta de recibirme, de su solicitud para hablarle más a menudo en el messenger y tal. En especial, fue la sensación de que todo había pasado y que le había dado un cierre a algo que lo requería desde hacía mucho tiempo. Yo sé que ahora es muy tarde y hay cero posibilidades de una relación (tampoco es que la pretenda); pero al menos me tranquilicé al ver que todo está relativamente cool. Creo que es una excelente persona y que se me presenta la posibilidad de una amistad que vale en paleta.

Finalmente, me percaté que a la hora de perdonar a los demás, el que se perdona realmente es uno mismo por los errores cometidos.

2 comentarios:

U.A.S dijo...

Uffff... perdonar... pedir disculpas (esa última me cuesta aún más)... Es muuuy difícil... Es que perdonar de veras, sentir que todo se olvidó, que ya uno no guarda resentimientos... es difícil. Y aceptar que uno no actuó bien, que se portó mal, que hizo cosas indebidas... peor...

Evicted Aussie dijo...

Mae, es que en serio, viéndolo en retrospectiva me comporté como el peor loco/idiota de la historia... ¡realmente necesitaba disculparme!