martes, 19 de mayo de 2009

Un corazón del no

Tengo prácticamente un mes desde la última vez que escribí.

No lo había hecho con antelación porque la verdad me he sentido mal desde hace bastante tiempo. Mi intención a la hora de crear esta ciberbitácora era que aquellos que lo leyeran (si es que alguien lo hace) tuvieran un espacio de entretenimiento gozando con las desventuras de su autor.

Sin embargo, hoy no puedo más. Necesito emplear este espacio para desahogar mis sentimientos que ahora me queman por dentro y me llenan de amargura.

Y es que estoy harto. Harto de la gente que me rodea, harto de la gente desconocida, harto de las situaciones que terceros provocan en mí. Muchos dirán que es mi culpa por dejarme afectar por los demás y en parte habrán de tener razón. Por otro lado, considero que es un asunto que está más allá de mi control porque simplemente soy espectador de los actos ajenos que me tocan aún sin yo quererlo.

Me explico: todo inició en la fecha de mi cumpleaños. Hice una invitación masiva a varios de mis contactos en Féisbuc, envié mensajes SMS a mis amigos y monté toda una parafernalia para el evento. Primero que todo, fueron poquísimos los que respondieron. Todo bien. Sin embargo, a la hora de la verdad, personas que me habían confirmado su asistencia desaparecieron el día del evento y me dejaron con la reservación hecha y sin comensales. Esto, por supuesto, me cabreó montones.

Y es que, coño, si uno no puede o no quiere llegar a una actividad, ¿por qué putas no lo dice desde un principio, se deja de playadas y de comportamientos dignos de adolescentes berrinchudos?

Bueno, pasaron los días ya el asunto se fue al olvido. Borrón y cuenta nueva.

Empecé a hacerme de la idea de que, a raíz de esto, era la coyuntura perfecta para darle "reinicio" a mi vida. El nuevo yo iba a ser una persona diferente, más decidido, dispuesto a imponerse metas y a alcanzarlas a como diera lugar.

El primer paso consistió en invitar a salir a una persona que me venía gustando mucho de un tiempo para atrás. Pues nada, me preparo psicológicamente para enfrentar mi incapacidad innata para enfrentar estos trances y me lanzo al objetivo. Le monto un tema de conversación de lo más banal del mundo para luego acabar con la frase:

--- Hey, ¿tons qué?, ¿cuándo nos vamos de fiesta?

Se incorporó, giró el cuerpo y con un rostro de preocupación me replicó:

--- Cuando sea, una vez que pase esto de la gripe.

Y aunque por dentro yo me decía: what the fuck..?!, le contesté:

--- ¿Cómo, de qué está hablando?

A lo que me respondió:

--- ¿Usted no ve noticias? ¿Acaso no sabe que la gripe está en lo más y mejor y que al parecer van a cerrar los bares y demás por precaución?

Ante tales argumentos, con una mezcla entre cólera y desilusión, huí por la derecha como Melquíades. ¡Puta, mae!, ¿no podía acaso decirme que no simplemente o por lo menos inventar una excusa más verosímil?

Y es que qué mierda, porque al parecer por más que trato, siempre termino en las redes de personas que son incapaces de pararse en seco ante las disyuntivas de la vida y sentenciar un simple "no".